¿Desacuerdos sobre la Tierra? Los niños pueden ayudar

Los desacuerdos entre personas pueden zanjarse de distintas maneras, y son centrales en la construcción social de conocimiento. En un artículo publicado por npj Science of Learning, exploramos cómo la interacción entre niños puede ayudarlos a comprender la verdadera forma de nuestro planeta

Published in Neuroscience

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Foto: EricaJoy

(English) ¿Cuántos caramelos hay en este frasco? En un artículo publicado en 1907, Francis Galton propuso que si un número suficientemente grande de personas arriesgara respuestas ante preguntas como ésta, el promedio entre ellas estaría más cerca del valor verdadero que cualquiera de las estimaciones individuales; un fenómeno más tarde conocido como sabiduría de las masas. Sin embargo, no todos los desacuerdos pueden zanjarse de esta manera. Considere casos como la efectividad de las vacunas, o la forma de la Tierra. Una simple votación no ponderada ciertamente no es la mejor forma para acortar la brecha en situaciones como éstas.

Los desacuerdos son centrales en la construcción y evolución del conocimiento. Como en las revoluciones científicas, por ejemplo. Pero éstos no sólo propulsan cambios a escala social: también subyacen el desarrollo de conocimiento a nivel individual.

Teorías intuitivas: ¿amigas o enemigas?
Todos nosotros, basados en observaciones de todo lo que nos rodea, empezamos a construir teorías acerca de cómo funciona el mundo desde el momento en que nacemos. Estas teorías intuitivas (naive) son extremadamente útiles en nuestro día a día. Por ejemplo, seríamos incapaces de atrapar un vaso cayendo y evitar que estalle en pedazos si no tuviéramos una teoría intuitiva de la física que nos permitiese anticipar su caída cuando alguien accidentalmente lo empujara del borde de una mesa.

Sin embargo, estas teorías iniciales, aunque muy útiles, suelen ser científicamente incorrectas, y pueden volverse un obstáculo para el desarrollo de nuevos conocimientos. Por ejemplo, desde el momento en que nacemos, casi toda la evidencia directa a nuestro alrededor nos sugiere que vivimos en suelo plano. No es sorprendente, entonces, que las primeras teorías que emergen en los niños supongan que el planeta en el que vivimos es, de hecho, plano. Tarde o temprano, no obstante, la cultura nos enfrenta con la idea de que la Tierra, nuestro planeta, es en realidad redondo. ¿Cómo consiguen los niños acomodar esta nueva información incompatible en el marco de sus propias teorías? Eventualmente, lo logran; pero el proceso es gradual, lento y difícil, y da origen a una serie de modelos alternativos intermedios de la Tierra. Por ejemplo, muchos niños desarrollan un modelo dual, donde la Tierra es, simultáneamente, el planeta redondo en el cielo del que todos hablan, y también el plano infinito sobre el que, en apariencia, estamos parados.

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Dibujo de uno de los niños participantes del estudio. Modelo dual del planeta donde la Tierra está, al mismo tiempo, arriba en el cielo, y aquí abajo donde estamos parados.

Estos procesos de cambio conceptual pueden ser muy frustrantes. Todos hemos vivido la experiencia, probablemente más de una vez, de intentar asir un nuevo conocimiento que simplemente no logramos comprender. ¿Qué podemos hacer para suavizar este proceso? La ayuda de un maestro experimentado, que no sólo domina el tema, sino que además sabe cómo transmitirlo, puede ser muy útil. Sin embargo, a veces una brecha demasiado amplia entre maestro y alumno puede dificultar el aprendizaje, y la ayuda de alguien que sabe más que uno –pero no tanto más– puede ser útil también.

¿Pueden los niños ayudarse mutuamente a transitar más fácilmente estos procesos de cambio conceptual? ¿Qué sucedería si niños con conceptos diferentes sobre la forma de la Tierra tuvieran que ponerse de acuerdo? ¿Se encontrarían a mitad de camino entre ambos? ¿Se acercaría, si no, el que tiene un conocimiento más intuitivo al que tiene uno más avanzado? ¿O acaso el conocimiento del más avanzado, aún inestable, flaquearía y acabaría derrumbándose?

Niños al rescate
El el Laboratorio de Neurociencia (Universidad Torcuato Di Tella), en Buenos Aires, Argentina, estudiamos exactamente eso: ¿puede la interacción entre niños ayudarlos a revisar sus ideas equivocadas sobre la Tierra? En un trabajo reciente, escrito junto a Cecilia Calero y Mariano Sigman, primero entrevistamos a un grupo de niños de segundo grado, siguiendo un cuestionario predefinido, para descubrir cuáles eran sus modelos mentales de la Tierra. Como esperábamos para niños de esa edad, encontramos una amplia variedad de modelos, desde modelos iniciales de Tierra plana, pasando por modelos duales como se describió anteriormente, modelos de esfera hueca (con las personas viviendo dentro del planeta, en vez de sobre su superficie), hasta descripciones científicas más avanzadas de la Tierra como la conocemos actualmente. Luego, algunos de estos niños trabajaron en parejas asimétricas, donde uno de los niños tenía un modelo más avanzado del planeta que el otro. La tarea era hacer un dibujo juntos, que incluyera algunos de los conceptos del cuestionario, tales como la Tierra, el sol, el cielo, su escuela, etc. Por otra parte, el resto de los niños debían hacer el mismo dibujo, pero a solas. Al final, todos los niños fueron entrevistados nuevamente para comparar los efectos de ambas intervenciones: interacción ente pares vs. revisión individual.

Nuestros hallazgos
Encontramos que, a diferencia de los niños que dibujaron solos, los niños que interactuaron con compañeros más avanzados aprendieron de ellos, y mostraron un nivel de conocimiento superior en la segunda entrevista. Esto ocurrió sin afectar negativamente a los niños más avanzados, cuyos niveles de conocimiento permanecieron inalterados.

Nuestro estudio muestra que la interacción entre niños en distintos puntos del cambio conceptual, los ayuda a avanzar en este lento y gradual proceso, y ofrece evidencia empírica a favor de considerar estas prácticas como complemento de otras formas más tradicionales de enseñanza en las aulas.

Imagen de portada, por Choiols.

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